Fuenlabrada, 19 de marzo de 2011. La energía nuclear siempre ha ido acompañada de debates protagonizados por sus detractores y defensores. Estos representan una dicotomía social en la que se manejan conceptos de un precio demasiado alto. Las repercusiones que acompañan a los problemas en las centrales nucleares siempre han desembocado en desastres sociales que marcan de por vida a generaciones de personas. Imágenes de niños y adultos con defectos físicos han sido el reflejo de aquello de lo que a día de hoy se debate y, a la vez, de aquello que sustenta las bases económicas de muchos países.
La situación que actualmente se vive en Japón ha destapado, de nuevo, la polémica en torno a este tema. A lo largo de la historia se han producido numerosos desastres nucleares entre los que destacan el que ocurrió en 1979 en Three Mile Island, Estados Unidos; el de Chernobil, en Ucrania en 1986 y el de hace unos días en Fukushima, Japón. Todos estos reflejan los problemas que acompañan a esta forma energética que tiene, solo en Estados Unidos, 101.216 centrales.
Los errores humanos de Chernobil o la catástrofe natural de Japón son ejemplos de la vulnerabilidad de estas centrales. No solo han significado desastres materiales, que lo han sido, sino que también han perjudicado a miles de personas. Por ello, el debate debe realizarse bajo esta perspectiva, teniendo en cuenta cuántas victimas ha arrastrado la producción energética. La necesidad de buscar alternativas que desvíen por otros caminos el desarrollo nuclear se prestan como bloqueo de más contaminación social. Demasiado campo de actuación para algo que desemboca en tragedia.
Borja Ordóñez de la llave.
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