domingo, 27 de marzo de 2011

El gen occidental

Fuenlabrada, 27 de marzo de 2011. La tranquilidad y la reflexión siempre han sido símbolos asociados a la cultura nipona. La actitud mostrada por la sociedad japonesa ante, en primer lugar, un terremoto de escala 8.9; en segundo lugar, un seísmo que arrasó con todo lo que se puso en su camino; y, en tercer lugar, la fuga en la central nuclear de Fukushima, todo en algo menos de 3 semanas, son un ejemplo de saber estar ante situaciones límite. El problema viene cuando aquellos que ven los toros desde la barrera son los que agitan y sobresaltan a la sociedad.

Las imágenes cedidas por la televisión muestran una sociedad pasiva ante lo que en occidente se pinta como catástrofe. Un pueblo en el que los restaurantes, los centros comerciales, los aeropuertos, las estaciones de autobuses u otros servicios públicos siguen su rutina y, así, presentan en los medios locales una ausencia de griteríos e histeria que, por desgracia, no están acompañados por los que viven la situación desde el salón de su casa.

De aquí el interrogante de qué hubiera pasado si lo ocurrido en el país del sol naciente se da en occidente. El gen del continente más antiguo de la historia universal se presta en ocasiones alterado e intranquilo. Las declaraciones del comisario europeo de Energía, Günter Oettinger, en las que afirmaba que el término Apocalipsis era la palabra adecuada para lo que estaba sucediendo en Japón, son un ejemplo de ello y contrasta con el de aquellos que miran y aceptan la calma triste de la vida, en japonés mono no aware.
Borja Ordóñez de la Llave.

domingo, 20 de marzo de 2011

La energía más cara del mundo


Fuenlabrada, 19 de marzo de 2011. La energía nuclear siempre ha ido acompañada de debates protagonizados por sus detractores y defensores. Estos representan una dicotomía social en la que se manejan conceptos de un precio demasiado alto. Las repercusiones que acompañan a los problemas en las centrales nucleares siempre han desembocado en desastres sociales que marcan de por vida a generaciones de personas. Imágenes de niños y adultos con defectos físicos han sido el reflejo de aquello de lo que a día de hoy se debate y, a la vez, de aquello que sustenta las bases económicas de muchos países.

La situación que actualmente se vive en Japón ha destapado, de nuevo, la polémica en torno a este tema. A lo largo de la historia se han producido numerosos desastres nucleares entre los que destacan el que ocurrió en 1979 en Three Mile Island,  Estados Unidos; el de Chernobil, en Ucrania en 1986 y el de hace unos días en Fukushima, Japón. Todos estos reflejan los problemas que acompañan a esta forma energética que tiene, solo en Estados Unidos, 101.216 centrales.

Los errores humanos de Chernobil o la catástrofe natural de Japón son ejemplos de la vulnerabilidad de estas centrales. No solo han significado desastres materiales, que lo han sido, sino que también han perjudicado a miles de personas. Por ello, el debate debe realizarse bajo esta perspectiva, teniendo en cuenta cuántas victimas ha arrastrado la producción energética. La necesidad de buscar alternativas que desvíen por otros caminos el desarrollo nuclear se prestan como bloqueo de más contaminación social.  Demasiado campo de actuación para algo que desemboca en tragedia.
Borja Ordóñez de la llave.

domingo, 13 de marzo de 2011

La responsabilidad social en manos ajenas


Fuenlabrada, 13 de marzo de 2011. La aparición de personas ajenas a la profesión en medios de comunicación ejerciendo el papel de informador ha lapidado la imagen de un oficio que supone una importante responsabilidad social. La figura del periodista con el paso de los años se ha visto inmersa en un atasco judicial que ha provocado que dicha tarea no haya avanzado en sus pretensiones de contar con una regulación profesional. A día de hoy, el panorama “periodístico” cuenta con demasiadas manos que ejercen esta responsabilidad.

Lo que algunos llaman “el cuarto poder” no puede residir en las manos de cualquiera; desempeñar esa función no es algo que permita dobles lecturas. Las pretensiones ansiadas por contar con un conjunto de normas que regulen principios tan necesarios como la veracidad a la hora de dar información o, mucho más importante, apostar por unas pautas comunes para desempeñar fielmente el papel de mostrar a la sociedad aquello que acontece en su entorno se están ralentizando hasta tal punto que aún no cuenta con una regulación de la profesión.

La lucha por englobar las necesidades para contar con una profesión que aúne todos los requisitos que cumplen otras ciencias respetadas y controladas por personas especializadas obliga a hacer un análisis de en qué manos se está dejando un servicio público como es el del periodismo. Las repercusiones sociales que esto conlleva se dirigen hacia una crisis social en la que la el trato inadecuado del contenido informativo reflejan las carencias cualitativas del trabajo periodístico no tratado como tal.

            Borja Ordóñez de la Llave.

martes, 8 de marzo de 2011

Vox populi


Fuenlabrada, 5 de marzo de 2011. Todos quieren lo mismo, pero nadie hace nada por cambiarlo y, así, acabar con una situación que se esta convirtiendo en debacle. Los momentos que se viven en Oriente Medio están adquiriendo un matiz desastroso. Lo que empezó como una simple revuelta popular, ya ha arrastrado a centenares de muertos y ha acabado con 2 regímenes políticos: Túnez, en primer lugar, y Egipto, en segundo lugar, fueron los primeros países de una lista que se va ampliando poco a poco. Libia, Bahrein, Argel o Yemen han sido otros, cuyos poderes se han visto tocados por el descontento social.

Las revueltas populares que ponían fin al régimen de Ben Ali en Túnez hacían que todas las miradas se dirigiesen hacia Egipto. Un faraón empecinado en no dejar su cargo acababa con la paciencia del pueblo egipcio y de las organizaciones internacionales.  Fue así, viendo que Mubarak no presentaba ninguna intención de dejar el cargo, cuando las potencias mundiales manifestaron su posicionamiento por primera vez.  “La transición en Egipto debe comenzar ahora” afirmaba el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, “solo los egipcios pueden elegir a sus lideres” finalizó en unas declaraciones en las que mostraba el apoyo estadounidense al pueblo egipcio. Pero el problema no venía con Egipto, la “guerra” civil desencadenada en Libia, el número de muertos provocados por las fuerzas pro-Gadafi en manifestaciones en contra del poder político o la posición cerrada del propio Gadafi a no abandonar el cargo han significado un cambio de rumbo en la incursión de las fuerzas internacionales.

Vista la situación, Mohamed Bouazizi, no hubiera imaginado jamás que sus protestas quemándose a lo bonzo provocarían el abanico de sucesos que se están sucediendo. “Es una luz que ilumina nuestra nación y el mundo”, es así como lo define su madre en unas declaraciones al diario británico The Sun. Es, sin duda, la situación que marcará el devenir de los países árabes de aquí en adelante. Este hecho es la viva imagen del malestar que se presenta en la mente de una sociedad que, ya cansada, decide tomar cartas en el asunto. A pesar de resultar extraño, lo que en su día llevó al joven tunecino a quemarse a lo bonzo, es consecuencia de algo que se lleva produciendo desde hace años. Los 23 años de Ben Ali en Túnez, los 30 de Hosni Mubarak en Egipto o los 42 de Muammar el Gadafi en Libia, lo dicen todo. Son poderes instaurados desde hace años, algo impensable en sociedades más asentadas. Bouazizi, un joven estudiante de familia humilde, es, por tanto, el primero que muestra el desacuerdo con las actuaciones del poder; es el primero que dice basta; es el primero que hace algo para acabar con una bola de corrupción política que con los años se iba agrandando.
El desarrollo de los acontecimientos ha tomado un giro de 180 grados con la actuación de las organizaciones internacionales. A pesar de ello, en encuestas realizadas a pie de calle, muchos son los que consideran que esta ayuda ha llegado muy tarde. La pasividad mostrada durante años ha servido de asentamiento para estos poderes que poco a poco han ido socavando el desarrollo popular. El enriquecimiento de los ricos y el empobrecimiento de los pobres ha sido el reflejo de estas formas de gobierno. Ahora es el momento de tomar decisiones y medidas contra aquellos que han violado los principios básicos de los Derechos Humanos. Según la Organización de Derechos Humanos (HRW) los muertos ascienden a cifras propias de conflictos bélicos. La violencia llevada al extremo ha servido en muchos casos de herramienta para la defensa de un poder que todos se negaban a abandonar. “Yo no me voy a ir con esta situación. Moriré como un mártir”, afirmaba el dirigente libio en una entrevista realizada por una cadena del país, “los que se levanten en armas contra el país serán condenados a muerte” respondía desafiante en la misma entrevista.

La imagen mostrada por aquellos que lo tienen todo y se niegan a dejarlo es el reflejo de lo que supone el poder y a los límites que este conduce. Este, reflejado en un dulce que todos quieres y que luchan hasta la saciedad por mantener. Nadie quiere dejarlo en otras manos, todos lo quieren pasa si mismo. Es esto lo que ha provocado la situación que, a día de hoy, tiene un hueco privilegiado en los noticiarios de todo el mundo. Es el poder el que levanta un muro de piedra entre los que lo ostentan y aquellos que mediante sus votos lo ofrecen. Y a fin de cuentas, es el pueblo el que deber marcar la senda de un país, es la voz del pueblo la que se debe abrirse paso entre tanta prepotencia política.