Las niñas perdidas
Cristina Fallarás
Roca editorial | Barcelona | 2011 | 194 páginas | 15 euros
Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968), periodista y joven escritora cuyas obras no fechan más allá de 2002. Periodista de reconocido prestigio en medios como la Cadena Ser, El Mundo, El Periódico de Cataluña, RNE o el diario ADN entre otros. Entre sus obras destacan Rupturas (Ed. Urano, 2003), No acaba la noche (Ed. Planeta, 2006) o Así murió el poeta Guadalupe, pero es, sin duda, esta última, y de la que aquí hablamos, la de mayor éxito. Prueba de ello es el Premio Internacional de novela negra L´H Confidencial 2011.
Las niñas perdidas comienza narrando dos historias paralelas contadas desde una perspectiva crítica de la actual Barcelona no turista, ya que se desmarca presentando el deterioro de esta, convirtiéndola en residencia de yonkis, prostitutas y traficantes de droga. Por medio de metáforas bien llevadas y lenguaje coloquial la autora cuenta la historia de dos niñas desaparecidas en misteriosas circunstancias. La aparición del cuerpo sin vida de una de ellas obliga, por medio de una petición de valor muy sustancioso, a la protagonista, una periodista embarazada y exdrogadicta, a buscar a la otra menor. Los hechos se van sucediendo alrededor de 44 capítulos y de casi 200 páginas de intriga que se centran en la búsqueda de pistas que vayan a dar con la razón de la desaparición de una de las niñas y la muerte de otra.
La peculiaridad de esta novela reside en lo irreverente e impactante de los capítulos intermedios que salen en cierto modo del hilo de la historia y en los que la autora, narradora en tercera persona de aquello que piensan, viven y presencian los personajes, nos facilita manuales de curioso contenido que levantan al lector del asiento y, a su vez, sacando la historia de contexto pero, contradictoriamente, centrando el hilo conductor de los hechos.
Las vidas paralelas llevadas por los dos personajes principales de carácter profundo y con una entidad propia facilita la puesta en escena. Por un lado, la protagonista, Victoria González, mujer de gran carácter que se encuentra en un momento de su vida en el que el ser madre se le presenta como un reto y que el caso de las niñas desaparecidas se le presta además como una lucha por defender aquellos que va floreciendo en su vientre. Por otro lado, Genaro, un sicario con una vida perdida en las drogas pero que la historia de las menores se le refleja como el ejercicio de deberes que se debe a sí mismo y que se personaliza en los sentimientos hacia su sobrina. Ambos acompañados de sus “Sancho Panza”: Jesús, fiel acompañante de Victoria, y el alemán, vagabundo gigantón que hace de segundo de Genaro. Todo ello, a priori, presenta los patrones básicos de la novela negra que se van dando a lo largo del escrito, pero que no deja de mostrar la incertidumbre hasta el final. Los sobresaltos y los cambios de perspectiva hacen las delicias del lector al sentirse uno más de la trama. La presentación de los ambientes en los que transcurren los hechos lleva a la imaginación al lugar exacto que las palabras de la autora intentan mostrar y de esta manera es sencillo acercarse al contexto de la historia. De fácil lectura, esta novela presenta a su vez problemas sociológicos que en todo momento están presentes en la lectura. De tal manera y con todo ello el lector asiduo de este género verá en este libro todo lo necesario para disfrutar con cada una de las letras.
Borja Ordóñez de la Llave
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