Fuenlabrada, 30 de enero de 2011. La realidad que hoy en día se presenta en los medios de comunicación es un análisis de lo que ocurre en la sociedad. Esto es lo que se entiende. Es ahí, donde el rigor periodístico debe posicionarse en beneficio de una multitud que anhela conocer lo que ocurre a su alrededor. El problema viene cuando la ausencia de documentación y la presencia de una más que notable desinformación hace que todo ese rigor se vaya al traste.
Diego Pastrana, el joven tinerfeño acusado de violar y asesinar a la menor de 3 años, ha sido una víctima de todo este trabajo mal hecho. En declaraciones a la Radio Televisión Canaria, aseguraba que se le había tratado peor que a un terrorista y que tomaría medidas contra aquellos que le habían acusado de asuntos tan graves como inciertos.
Desde el momento en el que la niña llegó al Hospital de la Candelaria y los medios fueron testigos de lo ocurrido, el joven, sin ningún tipo de conclusión médica, pasó a ser el único culpable. Esta misma versión se paseó por casi todos los medios de comunicación ensuciando la imagen de una persona que acababa de perder a un ser querido. La falta de ética y moral, acompañadas de los resultados de la autopsia, dejaron en evidencia lo que se había dicho. Todo empezó siendo algo seguro, más tarde algo probable y finalmente, se quedó en humo. No había críticas, tampoco había disculpas. Se había hundido a una persona por no hacer bien el trabajo, por no llevarse los deberes a casa. Se había demostrado que en la actualidad, la información vertida por los medios no siempre cumple los requisitos mínimos y eso es lo que la sociedad ha de exigir.
Borja Ordóñez de la Llave.